Por Felipe Enero Segovia
Egresado
Lic. en Estudios Internacionales
Universidad de Santiago de Chile
“No importa
que el gato sea blanco o negro, mientras pueda cazar ratones es un buen gato”
Deng Xiao Ping
Con esta frase, el líder del
Partido Comunista Chino Deng Xiao Ping consagraba hacia fines de los 70 su
política pragmática de modernización multinivel para que China pudiera avanzar
hacia el comunismo, conforme a un sincretismo entre las estrategias esbozadas
por los clásicos del marxismo y el confucionismo: Superar las relaciones de
producción proto-capitalistas desarrollando las fuerzas productivas y mejorando
las condiciones de existencia de la población (Marx y Engels); y alcanzar un
mayor liderazgo político mundial para, -en algún momento (gradualismo
confucionista)-, enfrentar la hegemonía imperialista (Lenin y Gramsci).
En cuanto al caso Venezolano y en relación al
objetivo de mejorar las condiciones de existencia de la población, entre los
años 2000 y 2011 la pobreza bajó de un 28% a un 17%; la tasa de desempleo pasó
de un 15% a un 8%; la prevalencia del hambre de un 17% a un 5%; la desigualdad
se ha reducido desde los 0.46 a los 0.40 puntos GINI; la tasa bruta de matrícula en el nivel
terciario pasó de un 38% a un 77%; y la confianza interpersonal ha aumentado de
un 16% a un 26% (Cifras CEPAL y Banco Mundial). Dichos avances han sido gracias
a la voluntad política de distribuir buena parte de la renta petrolera hacia
sectores históricamente postergados.
Ahora bien, la seria crisis política que hoy
presenta Venezuela tiene como base dichos antecedentes y ha sido anticipada por
diversos organismos internacionales, e incluso, connotados personajes del
chavismo como es el caso del intelectual alemán Heinz Dieterich. Las políticas
de promoción social no han sido equilibradamente acompañadas de políticas
pragmáticas de modernización Estatal y apertura racional, diversificación y sustentabilidad
de la economía.
El Estado venezolano, si bien posee amplios
mecanismos de participación ciudadana, en lo fundamental se rige por un sistema
hiper-presidencialista proclive a la confrontación política, tanto dentro como
fuera del país, y una concentración desmesurada de la política económica, enclaves
agravados por el acenso al poder del líder de la facción radical del PSUV,
Nicolás Maduro. En los últimos años se ha exacerbado la integración de cuadros
políticos por sobre los técnicos al aparato administrativo; se han postergado
reformas profundas en el área judicial y policial, necesarias para reducir la
altas cifras de percepción de corrupción, victimización y violencia
(Transparencia Internacional); y se ha reducido la influencia internacional por
no comprender el cambio de contexto que ha producido la crisis económica y la
primavera árabe en la política exterior de los hegemones mundiales, ciudadanía
y los oligopolios mediáticos transnacionales (valorización de las “libertades
individuales” y la “democracia”).
Por otro lado, la economía venezolana (infraestructura
o realidad concreta de acuerdo a la terminología marxista clásica) sigue
dependiendo del crudo, cuya renta es sumamente volátil y ligada a la demanda
internacional, generando un crecimiento del PIB que roza las cifras negativas
(1%). Los altos aranceles se han constituido en rigurosas restricciones a la
actividad empresarial, en particular de la pequeña y mediana empresa, ya que
impiden la importación de infraestructura necesaria para la diversificación y modernización productiva y
la búsqueda de mercados que otorguen mayor valor a la producción nacional. La
inversión externa directa es de las más bajas en el contexto Regional producto
de la expropiación indiscriminada de empresas. Dichos fenómenos también han
ocasionado que los sectores medios emergentes, de mayor amplitud gracias a las
políticas de promoción social, exigen mayores derechos y reformas económicas
para desenvolver su profesión.
Dichos antecedentes se hicieron notorios en las
pasadas elecciones generales, en las cuales el oficialismo logró una estrecha
mayoría, hecho que hacía presagiar la adopción de una estrategia más pragmática
y gradualista, pero ocurrió todo lo contrario. ¿Qué deben hacer los herederos
de Chávez ante un escenario tan complejo, que trae a colación contra-revoluciones
(o contra-transformaciones progresistas) como las acaecidas contra Allende y el
peronismo en los 70, contra los herederos de Torrijos y el Sandinismo hacia
fines de los 80, y recientemente en contra de los primigenios procesos de
cambio en Honduras y Paraguay?
Los bolivarianos deben reflexionar sobre las
lecciones históricas de las mencionadas crisis con desenlaces negativos, pero en particular sobre
aquellas que permitieron la extensión de las conquistas sociales y la
profundización del desarrollo, como los actuales casos de Ecuador y Bolivia,
los países nórdicos en la Post-guerra y el caso Chino tras el fracaso del
modelo maoísta, en las cuales la heterodoxia económica y el consenso político y
social fue clave.
El diálogo político y social amplio y en múltiples
niveles y temas constituye una apuesta prioritaria a considerar. Para ello, la
asesoría política y técnica, así como la mediación de organismos
internacionales como UNASUR, CEPAL, OIT y PNUD, o de Estados pivotes y
neutrales como lo será Chile tras la asunción de la presidenta Bachelet,
constituye una estrategia interesante para reducir los niveles de la confrontación
discursiva buscando puntos de acuerdo en materia de reformas constitucionales y
legales. El gobierno debe aprovechar el hecho de que la oposición se encuentra
fragmentada y sin mayor acuerdo en cuanto a proyecto país. Se debe promover primero
el diálogo con los sectores blandos no golpistas, en particular los que se han ligado instrumentalmente con la
Internacional Socialista.
Ya en cuanto a las definiciones estratégicas de la
revolución bolivariana, el Congreso del PSUV que se llevará a cabo a finales de
julio será clave. Si no se cambia el rumbo, cabe la seria probabilidad de que
la estrecha mayoría obtenida por el PSUV en las recientes elecciones se invierta
a favor de la oposición (objetivo que se busca con la desestabilización). Por el
bien de la proyección de la Revolución Bolivariana y su mito, -que ha dado
fuerza a la izquierda, movimientos sociales y a millares de ciudadanos del
mundo-, Maduro debe afrontar la situación con la cabeza fría, o bien, dar un
paso al costado en pos de los sectores que, como Deng Xiao Ping, tienen mayor
claridad sobre los medios necesarios para alcanzar los lineamientos
estratégicos trazados por los padres fundadores del socialismo científico.
No hay duda que el imperialismo norteamericano tiene un plan para el derrocamiento definitivo del gobierno bolivariano,incluida la opción de una intervención militar,el fascismo está presente,con los asesinatos políticos,alentando el odio social,creando desabstecimiento artificial,contando con mucho dinero de origen norteamericano,con la manipulación de los medios de comunicación internacionales, y las acciones de violentos ,mas las acciones de desestabllización en todas las ciudades venezolanas,los planes de acciones encubiertas de la CIA y otras entidades norteamericanas,que son los instigadores de las primaveras árabes,que es solo intervención ilegal e ilegítima.Crear un movimiento de solidaridad con la revolución bolivariana es el mayor desafío para todos los sectores progresistas y revolucionarios para la integración latinoamericana,es estratégico defender la fortaleza de la revolución bolivariana,ahora Venezuela es la causa de todos los latinoamericanos.
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